jueves, 31 de julio de 2008

Cuentos solitarios III

Atiende el teléfono todavía aturdida por el sueño. Él tiene esa costumbre de llamar a cualquier hora, sin importar qué día sea. Ese sábado no es tan temprano, pero ella habría preferido seguir durmiendo un rato más. Igual no puede enojarse, de algún modo él siempre logra hacerla reír y olvidar los berrinches.
Si supiera lo importante que es para ella…bueno, lo sabe, se lo dice todo el tiempo. Él es su confidente, su compañero, es parte suya.
Ella nunca pudo olvidar esos pocos días, cuando eran chicos, en que fueron “pareja”. Pero él era tan pendejo… seguro ya lo olvidó.
Sin embargo, pasó mucha agua bajo el puente, mucho tiempo, otras personas. Ambos cambiaron. Y ya no lo ve del mismo modo. Aunque podría…pero no.
Siempre creyó una idiotez eso que veía en las novelas, lo de las personas renunciando al amor por miedo a “perder la amistad”. Pero ahora lo entiende.
Ella no está para relaciones “amorosas” y no podría permitirse arruinar todo con él. No se imagina la vida sin su presencia.
De acuerdo, esta noche se juntan, hace mucho que no se ven. Pero a comer nada más, nada de trasnochar, que ella el martes tiene un exámen y si se acuesta tarde pierde el domingo durmiendo. Eso, que sea una cena tranquila.

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