miércoles, 25 de mayo de 2011

Pffffffffff

No acepto un "no se puede" cuando algo me importa. Y, sin embargo, a veces pienso que debería aprender que hay guerras que por definición están perdidas. Que hay batallas que no pueden ser libradas. Que hay enemigos a los que no se les puede ganar.
Una retroalimentación que no se produce. "Noc noc", del otro lado no hay respuesta...
No hay reciprocidad, son señales constantes lanzadas al aire sin que nadie las vea. El árbol que cae en el bosque y no hace ruido.
Los trazos, apenas caricaturas de lo que creó mi mente, no llego a los tonos, mi voz es tan chiquita, escriba lo que escriba todo es mediocre. Cuando alguien no te ve, te volvés invisible para todos, incluso para vos mismo.

Todo es esa realidad difusa que se va disolviendo imperceptiblemente, hasta convertirse en una simple sensación  orientada únicamente a cómo me gustaría que fueran las cosas. Y no importa cuánto lo crea y lo declame, lo cierto es que no, las cosas no son como yo quiero que sean. Quizás el error es pretender que sean diferentes al modo en que las estoy viendo. Si todo indica “A” es lamentable querer leer “B”. En todo caso, el asunto es reconocer “A” y analizar si es posible lograr un cambio desde eso.
Pero yo me dejo engañar y me autoengaño, esperando que la sola idea de que las cosas van a pasar implica que sucedan.
Y veo a los que tienen armas en mano, los que pueden actuar, los que están en situación de "todavía no está todo dicho"... pero no luchan. Abandonan por miedo, por vergüenza, por no lastimar a otros o por no correr el riesgo de ser lastimados, de equivocarse, de perder. No acepto esa cobardía. Porque no sólo están sacrificando su propia felicidad, sacrifican también la de los demás involucrados.

lunes, 16 de mayo de 2011

Conciencia

Es una mezcla grande de emociones: los cambios de etapa, los momentos de revolución. Es sumamente intenso. La alegría por los proyectos, los miedos a todo lo que puede pasar, la gente que está ahí y empieza a ocupar cada vez más lugar, los que de a poco comenzarán a convertirse sólo en los recuerdos de los hermosos momentos compartidos. Querer aferrarse a lo que se diluye, tratando de abarcar también lo nuevo. Tomar decisiones. Aceptar pérdidas que no estaban en los planes. A veces se vuelve  insoportable tener los ojos tan abiertos, los sentimientos se abarrotan y ya no entendemos nada de lo que está pasando. Es increíble sentirse feliz, angustiado, decidido e inseguro, con miedos, con certezas... todo junto. Hasta que las cosas se reacomodan, hasta que lo nuevo se instala otra vez como lo cotidiano  y entonces todo se estabiliza en otro orden. Hasta entonces, me desbordo y escribo, me contradigo, lloro, exploto de felicidad, proyecto, me asusto por los planes, me alegro por los lazos creados, caigo en la realidad de lo que esos lazos significan, de su importancia, de lo que implican. Y sé que lo valen. Pero es que a veces es tan difícil tener conciencia de ciertas cosas...

domingo, 15 de mayo de 2011

Gracias Cortázar

Hace unos días, más exactamente el 30 de abril, escribí un post sobre mi personalidad proclive al fanatismo (éste).  Inmediatamente después escribí algo más, relacionado también a mis fanatismos (que hasta ese momento, últimamente más todavía,  habían sido tema de conversación en varias ocasiones) y me propuse postearlo al día siguiente. Después, como fueron sucediendo otras cosas sobre las que necesité escribir, ese proyecto de post fue quedando en mis borradores. 
Hoy, buscando en google para saber de quién era una frase que alguien puso en su muro de Facebook, entre los resultados que arrojó surgió esto. Vi que era de Cortázar y, como él es otro de los grandes seres a los que admiro, me dispuse a leerlo (no sin antes postear en mi muro un video con el propio Julio leyendo el maravilloso capítulo 7 de Rayuela). Cuando por fin lo leí se me llenaron los ojos de lágrimas. Me sentí tan identificada, tan feliz, significó tanto para mi ver que Cortázar ¡justo él! había escrito vaya a saber hace cuánto tiempo y de un modo tan hermoso algo que yo constantemente quiero tratar de explicar y no puedo. Algo que con tanta fecuencia siento. La felicidad de conmoverse por algo o alguien sin analizarlo. La sensación irracional e incontrolabre que provoca una gran emoción y felicidad al verlo, leerlo, oirlo, tocarlo, saborearlo, sentirlo .  Fue causal encontrar ese escrito de Don Julio... y verdaderamente mágico.
Esto es lo que yo había escrito y no había publicado, hoy si es una buena ocasión:
"Como ya dije, soy seguidora de varios artistas. Artistas que me conmueven, me emocionan, le dan sabor a mi vida. Ante ese hecho, suelo tener también muchas demostraciones estúpidas de ese fanatismo: esperar horas por un autógrafo, pedir fotografías, mandar mails, etc. Muchas veces cuando, por ejemplo, estoy sola en la puerta de un lugar esperando que salga alguno de mis "admirados" me siento una idiota. Empiezo a pensar qué hago perdiendo el tiempo ahí, que ya estoy grande para esas cosas, etc. Pero, cuando por fin dicha persona hace su aparición y tengo la oportunidad de decirle "gracias" o darle un regalo o hacerle algún comentario sobre su trabajo, me siento profundamente feliz. Porque tuve la posibilidad, aunque fuera mínima, de retribuirle lo mucho que me provoca con su arte. Este es mi tipo de fanatismo. Por momentos es estúpido si, pero no es ciego ni se trata de hacer de mi vida el seguir a ese o esos que admiro.
Para mi es muy importante la diferencia. Yo admiro a mucha gente y le dedico tiempo y esfuerzo muchas veces a lograr de algún modo demostrales esa admiración. Pero de ninguna manera mi vida pasa por eso. Yo, antes que fan, soy artista. Buena, mala, malísima. Pero artista al fin. Mi vida pasa por mis proyectos, no por los suyos. Que bueno sería que para todos las cosas fueran así. Habría mucha más gente haciendo cosas."

viernes, 13 de mayo de 2011

Sembrando amigos

Sembrar amigos, cosechar personas que estarán siempre en nuestros recuerdos, personas a las que algo les habremos dejado.
Coleccionar momentos, no cosas, ni títulos, momentos de felicidad o incluso de tristeza, pero momentos al fin en los que uno se sabe indudablemente vivo.
No dejo pasar un día sin que algo me haya hecho feliz. No importan las horas de trabajo, de estudio, de preocupaciones. Sólo vale ese mínimo espacio en el tiempo en que sonreí junto a un ser querido, canté, bailé, leí, me desvelé charlando de la vida con un amigo. Sólo vale ese fragmento espacio-temporal en el que fui auténtica, hice lo que sentía, dije lo que pensaba y tuve con quién compartirlo.
Si mañana me voy dejaré recuerdos, buenos momentos en los que otras personas me van a mantener presente, dejaré tristeza por mi partida y dejaré el amor brindado. Las cosas no van a extrañarte, los conocimientos adquiridos (por buenos que sean) se van con vos. Sólo los lazos que uno crea hacen que la vida valga la pena.

martes, 3 de mayo de 2011

La nube del tiempo

Tengo miedo del tiempo que poco a poco irá borrando las imágenes de mi cabeza, quitándome esta certeza de que en realidad pasó lo que pasó, que todo fue real, esto de sentirme tan terriblemente viva y feliz. Sé que va a pasar, que es inevitable. Pero tengo miedo. Porque no quiero olvidarme de lo que estoy sintiendo. No quiero perder estos flashes que, de repente y de un modo mágico, me devuelven a ese "allí y entonces" tan "aquí y ahora". Tan presente hoy. Tan necesariamente presente en ese momento,  por ese afán de la mente de asegurarse de que si, está pasando algo increíble. Caigo de sueño pero no quiero dormirme, sé que cada noche que pase me alejará un poco más de este sentimiento. Me aferro a la sensación que me recorre el cuerpo y me electrifica. Y sonrío involuntariamente.

lunes, 2 de mayo de 2011

Al fnal no fue tan malo

Caos en la ciudad. Pero caos en serio, no ese aglomeramiento de gente y transportes al que ya estamos tristemente habituados. Ese al menos es un desastre organizado. Acá reina el desorden, como si una guerra civil hubiera estallado o algún genio maléfico se hubiera puesto a jugar por la noche cambiando de lugar todas las paradas del colectivo, los nombres de las calles, los recorridos del tren. Cambiaron las reglas del juego y todos andamos desorientados sin saber cómo jugar.
Se escuchan sirenas, pasan autos de la policía y ambulancias, las calles están cortadas y las personas pasan caminando por el medio de la avenida. Rivadavia se convirtió en peatonal.
Debería dar miedo el no entender lo que pasa, no saber para dónde ir, cómo llegar a donde estamos yendo. Deberían dar temor los brotes de violencia producto de la frustración.
Hay sin embargo otra cosa, hay resignación, tristeza, cansancio. Hay solidaridad, preguntas y respuestas.
Los que no saben qué hacer persiguen a los más decididos que, probablemente, tampoco sepan dónde van. Pero al menos eligen moverse.
Algunos pasan y al azar brindan información, cambiando el rumbo de unos, poniendo en marcha a otros.
La semana comenzó muy complicada. Pero, al menos, algo bueno pasó. Por un día, por un rato, hoy se suspendió la desconexión. Y de repente todos empezamos a vernos, a hablarnos, a notarnos.