jueves, 30 de junio de 2011

Frutología

Bienvenidos amigos a esta nueva sección en la que hablo sobre complejos temas psicológicos, sociológicos y hasta antropológicos como si fuera una especialista. Por supuesto, todo se basa en suposiciones y análisis propios sin ningún fundamento científico, soy una simple observadora que reflexiona sobre el sistema en el que vive inmersa.
El tema de hoy , planteado a lo "Les Luthiers" (ando con la tendencia al plagio potenciada), sería: "Sobre las relaciones humanas condicionadas por las probabilidades de cópulación entre los intervinientes, sobre su desarrollo y sobre cómo se desencadena, o no, el final"
En un lenguaje más coloquial, tendría que ver con el temita ese de la seducción y la histeria del que la frutología aplicada por todos suele ocuparse con frecuencia.
Observo -y experimento- lo siguiente: toda relación humana entre dos personas con potenciales probabilidades de "copular" (utilizo esa palabra espantosa para dale más aire de "ciencia") se encuentra, hasta establecerse las reglas del juego-relación, sujeta a las intenciones particulares que cada uno de los intervinientes pueda tener en aprovechar o no esa potencialidad. Más simple: todo depende de cuán intresesado esté cada una de las partes en comerse al otro.
Incluso, si elimináramos por completo dentro de la relación el conflicto que nos toca, esto es, que ninguno de los dos involucrados tenga interés en seducir al otro, la cosa suele complicarse por el factor desconocimiento: "¿Qué tan seguro estoy de que el otro no tiene otras intenciones?", o por el factor externo, la mirada de los demás sobre esa relación "Para mi, XXXX te quiere dar".
Pero dejemos de lado por el momento los factores externos y concentrémonos en el inicio de la relación, ese momento en que dos personas sexualemente compatibles (entendiendo por ello que al menos uno de ellos pueda considerar como compañero sexual al otro) se conocen.
Se plantea ante esta situación, en cada uno por separado, el deseo o no de tener algo más que una amistad con el otro y la duda sobre cuáles serán las intenciones de ese otro.
En la hipótesis que hoy nos toca, ambos sienten cierto grado de atracción, pero un obstáculo se interpone. Por lo general, suele suceder cuando uno de los dos, o ambos, están en pareja. Pero también pueden intervenir otros factores: ser compañeros de trabajo (o jefe-subordinado), que sea la hermana/el hermano de un amigo, etc.
¿Qué sucede en estas circunstancias? Comienza un juego de seducción mutuo en el que ambos se encargan de demostrarle al otro las ganas que se tienen, quizás por una necesidad de comprobar que, efectivamenete, el otro también querría concretar la cópula de no existir el obstáculo que los separa. Pero el impedimento está. Ambos lo saben.
Entonces ¿cuál es el objeto de todo este juego? ¿Es, simplemente, una forma de pasar el tiempo, un modo de verificar o comprobar nuestra capacidad de sedcción, nuestro atractivo? ¿Es un modo de alimentar el autoestima? ¿O es, quizás, un intento de uno o de ambos por derribar aquello que los separa?
Personalmente, creo que la seducción tiene un objetivo: la concreción del deseo. Entonces ¿qué tan inocente es este juego? ¿Qué tan divertido puede ser, sabiendo que quedará inconcluso? Todas las subjetividades responden a esto de modos diferentes pero, qué temita ¿no?

2 comentarios:

Evangelina Bussolino dijo...

Leía y no pude evitar acordarme de cierta clase, que dio cierto sujeto... Una clase magistral sobre el "chamuio"

Me gusta la frutología igual, eh?

Fla dijo...

Jajaja ¡cómo olvidarlo! Si todavía tengo por ahí un cassette (¡¡Un cassette!!) con la grabación.