lunes, 25 de abril de 2011

Estepa


Suele pasarme bajar del colectivo en estos días frescos de otoño y sentirme feliz, invadida por la música en mis oídos, por la promesa del día que recién comienza y todo lo que puede depararme o, simplemente, feliz sin motivos.
También están los días como hoy, donde el mate no es un placer sino un consuelo, la música un calmante, escribir un escape y no un medio para darle forma a la alegría, las ideas y la energía que me desbordan. 
No estoy mal, estoy nula. Sin motivos, sin que nada malo haya pasado. Simplemente estoy.
Estos son los momentos complicados en los que uno no puede decir que está en crisis, cuando lo más simple es barajar y dar de nuevo, sino que todo pasa por una cuestión algo intelectual, del estilo "pensar para dónde ir". Cuando estás muy bien o estás muy mal, todo es cuestión de inercia: dejarse llevar por el impulso de la caída o del salto que te eleva. Cuando estás asi, todo depende de vos, de tus ganas o falta de ellas, de los miedos enfrentados o la cobardía que paraliza, de saberse definir y tomar un rumbo. Últimamente, de algún modo, elijo sufrir por las cosas que no puedo cambiar en lugar de enfocar mi energía en todo aquello que depende de mis acciones. Será cuestión de retomar el curso, de cambiar de actitud. Ahí va.

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