jueves, 1 de julio de 2010

Vida cotidiana

Ella camina acelerada por las veredas llenas de gente ensimismada, insertos en si mismos, ciegos a todo cuanto pasa a su alrededor. Al llegar a la esquina ve justo, doblando de frente, el colectivo que debe tomar. Duda apenas un instante si debería o no intentar alcanzarlo... y enseguida comienza la carrera.
El primer obstáculo, un hombre parado justo en el medio de la esquina que no se mueve, vaya a saber para qué lado quiere ir. Lo esquiva muy de cerca diciendo en voz baja "Córrase señor". Si hubiera tenido más tiempo a lo mejor lo habría empujado de la bronca, pero en este momento no valía la pena. Bueno, en realidad no, no lo habría empujado. Pero ganas no le faltaron. Continuó apenas unos metros, dirigiéndose junto al cordón, por donde pasa menos gente. Un hombre parado con un termo bajo el brazo surgió como el segundo obstáculo. Eligió sortearlo por el lado derecho pero, en el preciso instante en que estaba pasando a su lado, el hombre se movió... ¡será posible! Debió hacer un movimiento extraño que le permitió evitar el choque pero, justo en ese momento, uno de sus zapatos salió volando, cruzó la vereda de cordón a pared y se instaló cómodamente. Ella continuó su camino tras el zapato planeador rengueando un poco para no ensuciar su media y, sin llevarse puesto a nadie (milagrosamente), logró insertar magistralmente su pie dentro del calzado y seguir corriendo. Llegó a la parada victoriosa, ajena a todo cuanto pudo haber sucedido en torno a su alocada carrera y, sin importarle nada, subió orgullosa al colectivo.

1 comentario:

El Gaucho Santillán dijo...

Lo de ensartar el zapato a la carera, sonò como de "Cirque Du soleil"!!

Bien escrito, che.

un abrazo.